domingo, 10 de marzo de 2019

Nubes de pie



Y así estaba, colgando de mis propias cuerdas vocales. Revoleando las patas en el vacío. 
Siempre quise subir a un pico de montaña que quede sobre las nubes, estar en lo más alto que se pueda. 
Y ahora, que de nubes se rodearon mis pies, me di cuenta que no es llegar alto, es ver desde arriba, y para alcanzarlo solamente tuve que ponerme al revés. 
Y ahora que ya estuve allá y acá, mientras mis patas siguen batiendo a nieve, porque confío que cortando el hilo se desatan las cuerdas, me pongo a mecer y convierto en trapecio y catapulta, lo que antes me amarraba. 
Y así como en la plaza, 
me hamaco bien fuerte y salto, 
puedo volar por un instante, 
y siempre, 
siempre 
caer de pie.

miércoles, 26 de septiembre de 2018

Que algo me despierte

Al principio no podía dormir, y ahora pido a gritos ahogados que algo me despierte. Grito sola en mi cabeza , o donde sea que ocurran los sueños de mierda.
Es la segunda noche que me pasa. Y por primera vez me revuelve el estómago ver como se ríe. Porque se ríe horrible y mira para el costado cuando le hablas. Es tan igual y tan real ahora, que el Déjà vu me aprieta los ojos.

Por suerte hay sol hace dos días también, porque mis sábanas no se despegan fácilmente cuando al fin despierto.


Donde duermo es aislado, pero igual escucho el viento hacer quilombo afuera. Y un poco de miedo me da. El océano es hermoso pero tenebroso muchas veces. Hay que llevarlo con respeto, amigarse y entenderse. La vida misma es mi habitación, tan blanca, con el Flaco en cada pared que tan bien me hace mirar cada vez que estoy acá adentro. 

Cada vez estoy menos acá adentro. Vengo a dormir ahora que puedo, pero me cuesta despertar. 
Ese momento de consciencia, de saber que es un sueño pero no poder controlar el retorno, de saber que en el momento que abra los ojos, las imágenes al menos se van. Porque las sensaciones quedan eléctricas como cuando se te despierta el pie dormido. La violencia misma son mis sueños hace dos días, sin golpes afuera pero desgarros y calambres por dentro.
Aún no se me va el hormigueo después del primer despertar ¿será que tengo el pie aún dormido?.
Que algo me despierte sin miedo y sin sudor.
Que soñar vuelva a ser un proyecto por cumplir y no un deseo de nunca más dormir.

sábado, 25 de agosto de 2018

La sonámbula


Me hice experta en caminar, al tanteo, a oscuras,  y tener protegido el dedo chiquito del pie. Cuando te entran por la azotea, poder proteger algo propio, por mas pequeño que sea, es un privilegio. Y tener hoy en día un privilegio, no es fácil.

Soy sonámbula noche y día,  y aunque me cago de miedo, camino firme.
Conservo la palidez típica de una sonámbula, encima mi pelo es oscuro y largo, ando bastante descalza, pero no cargo un vestido blanco fantasmal. No es que no me gusten los vestidos, es que deje de dormir en invierno.
Quiénes si se durmieron muchas veces fueron mis brazos, como si los hubiese metido en un hormiguero, donde en vez de tirarme agua me tiraron con arena. Y así, raspando, ardiendo y sangrando, todavia puede leerse en uno de mis brazos que la revolucion es con amor.

Por más que parezca un robot, con movimientos limitados y reiterados, por suerte no lo soy. Y pude comprobarlo aquella primera noche que, al tanteo, metí la pata en un charco de agua de lluvia que se coló por un techo en llamas. No hubo chispazo ni cortocircuito, solo frío y humedad.

Todas las agujas están enloquecidas, giran sin parar y cambian de direccion en un abrir y cerrar de ojos. El reloj, la brújula, la aguja y el hilo que tratan, a los tirones, de cerrar un agujero.

Soy una sonámbula de día y de noche. Que sube y baja escaleras. Que se mete al mar y se sienta en los medanos. Que va y que viene, buscando entre sus cachos de carne y piel, el botón que dice: MODO VIVIR

Si me ves por ahí perdida, abrazame fuerte, seguro esos segundos de brazos entrelazados y ojos cerrados me recuerden como era dormir en paz.

lunes, 13 de febrero de 2017

Luz Prendida

Es imposible creer todo lo que veo,
en la calle solo hay hambre y miedo.
Nadie mira al que tiene al lado,
porque eso no les deja dinero.

Sale el sol y parece que no lo notan,

de tanto mirar el suelo se están convirtiendo en gotas.
¿Quién va a querer tomar de esa agua?
acá nadie quiere ahogarse de rabia.

¿Dónde están las tardes en la vereda?

¿Dónde están las noches haciendo humo,
en la esquina del camarón
dónde todos somos uno?

Solo quieren apagarnos las luces,

dejarnos a oscuras es su gran deseo.
Pero les aviso que llegaron tarde,
yo elijo cómo, dónde y qué veo.

lunes, 11 de abril de 2016

SobreSaltos

Se despertó por cuarta vez en la noche y todavía no eran las 3 de la mañana. Algo bastante denso estaba ocupando la habitación, metiéndose en su sueño y dejándola en un estado de alta sensibilidad y debilidad, de acceso. Ésta vez fue la sábana zafándose del colchón, lo peor que le puede pasar cuando sus pies sudan hielo. Intentó con el dedo gordo, haciendo una especie de pinza con el mayor, pero ya al pensarlo se notaba el fracaso. 
Así que se sentó en la cama y por debajo del acolchado intentó solucionar el inconveniente recurriendo a una pose de pilates, en la que sabía que más que a sus rodillas, los brazos no le llegaban. Hizo de todo para no bajar los pies de la cama y comenzar, por cuarta vez, a temblar como las casi transparentes cortinas cuando hay tormenta. Temblar pero no saber por qué. Si por algo terrible que sucederá en instantes, o por algo que la hizo razonar en sueños soluciones aparentes en la realidad, de ellos. Pero siempre temblar es de miedo a primer golpe de vista, de llanto apretado, que como goteras en inviernos de baldes y ollas, comienzan a desbordar el todo ya completo y lo que sigue es temblor. Temblar de lágrimas pegando de un lado al otro pidiendo a golpes que las dejen salir, y que nunca más las tenga tanto tiempo ahí apretadas, no sea cosa que en vez de a los ojos se vayan al corazón y no volvamos de la inundación. Y bueno, de última, estaba en su cama ésta vez, en su habitación y con la mitad del colchón ocupado (ser que camaleónicamente se camufla en el sonido ambiente de una transitada avenida de Capital Federal). ¿Qué podía pasar? No será justamente ahora que viva una experiencia que le arruine la existencia o la despierte demasiado. No será hoy el día de ver algo que no se vaya aún cuando cierre los ojos.

- No es tan difícil, bajás, levantás el acolchado de la punta, estirás la sábana, la enganchás a la cama y fin de la travesía.
- ¿Pero sabés lo que dura cada segundo cuando uno baja los pies a la madrugada en una enorme y oscura casa?
- ¿Cuándo se dejarán de usar los pisos de madera?.-

Todo eso pasaba por su mente mientras miraba hacia el piso, como un náufrago que se despierta en su balsa en medio de algún océano oscuro y horrible.

-Todo ésto pasa porque no tomé la homeopatía.
Pensó en voz alta, como queriendo que esa densidad que abrumaba el cuarto, escuche que ella estaba hablando de otra cosa, que era una mujer decidida; y automáticamente puso la mano en el cajón de la mesa de luz.

Hace 10 años padecía la ritualidad de la homeopatía. Desconfiaba tanto que prefería confiar más en la naturaleza que en ella misma. Recostada en la pared, con sus pies aún bajo resguardo de la calidez de una cama compartida, Contó 20, pero dejó caer 37 gotas bajo su lengua. Fue el oasis en el desierto. El trago de valor que hacía falta para seguir. Ubicó en el espacio, la distancia hacia la pantufla, y velozmente puso sus dos pies en una sola ,la otra requería unas cuantas centenas más de valor, estaríamos hablando de litros, había quedado al lado de la puerta.

Listo, ya estaba, inmóvil sobre 38/40 cm de tela que casi no distanciaba al pie del piso. Aflojó sus brazos, hizo una prueba de que ambos tenían la movilidad de siempre, y se avalanzó sobre la punta del colchón. Velozmente levantó el acolchado, la sábana de arriba y allí la sorpresa. La sábana de abajo estaba perfectamente enganchada, de manera imposible de desarmar durmiendo. No lo podía entender. La cuarta vez en una noche, y ésta vez decidió enfrentar el tema, no así con la canilla del baño perdiendo, la bolsa del supermercado arrollada cerca de la ventana que no para de moverse suavemente por la habitación y mucho menos con la puerta abierta del enorme piso de abajo. Y la sábana?. Aún en su isla diminuta de tela tuvo el inconveniente de decisión. Volver o quedarse. 
3:40 am. Nada que una tos bien fuerte no ayude y así obtener una reacción ruidosa, como la voz, en tantos minutos de silencio.

martes, 7 de enero de 2014

Sucios de rock

Siempre pidiéndole a algo que nos de otra cosa.

Y así le recé en la cocina, ingenuamente, a un dios pagano pidiendo un poco de explosión. Esa interminables ganas de estallar y que se desparrame en un abrir y cerrar de ojos, lo que con tanto esfuerzo uno contiene.

El lugar se convirtió en aquel aguantadero de El Globo en el medio de Boedo, casi que camuflado como el sótano de Ana, donde puertas adentro, un mundo paralelo sucedía.
Y nos ensuciamos de rock, del más pesado, de ese que te moja la espalda, pero que al rato se endurece. Como el amor que pasajeramente te pellizca el culo con una sonrisa que termina en carcajadas de ira.

Con los brazos apretados y la cabeza buscando el aire que a esa hora ya no corre.

Caer en un sueño de esos que no te dejan dormir, y que los bondis acompañan al son de la desesperación, de despertar y sentir, que a veces lo que se pide de rodillas, te condena aún estado erguido.

martes, 1 de octubre de 2013

Vivir del miedo

Claro que a veces tengo miedo, muchas veces tengo miedo.

Miedo a no sentir la intención de un beso, a no percibir el calor de un brazo sobre mis hombros.

¿Te imaginas nunca más volver a sentir que la piel se te eriza?.

No podría vivir sin que el viento me traiga algo que me endulce los oídos y me llene de agua los ojos en forma de erupción, esperando estallar y mostrarse deslizante entre los años que mi cara carga.

Que nadie me deje sin sentir ese despertar cansado, luego de dormir incómoda en una cama de una plaza llena de amor. Que nada haga que me pierda de moverme  con cuidado para no despertarte y aún así hacerte abrir los ojos, y ante mi cara de “te juro que intenté no despertarte” tu cuerpo entibie mi frío de culpa.

¿No sentir que me sobra espacio en el cuerpo cuando alguien se va y ni siquiera parpadear para no perderme ni un segundo de luz? No por favor, eso tampoco lo quiero perder.

El miedo de que se queme la bombita del mundo y algún día dejes de hacerme reír, de hacerme caminar, llorar y enojar tanto que termine confundida sobre el motivo principal del enojo. Ese miedo si que da miedo.

Déjenme así. Déjenme sentir. Prefiero temblar de miedo porque el eco del universo se deje de sentir y me atornillo las patas en el medio del ciclón con tal de que no me lleve volando todo lo que el frío y el calor me hacen sentir.


Eso si, no me apaguen la luz de la pieza si no tengo sueño, porque ante la inmensa oscuridad, sinceramente, no se que hacer.